dimarts, de novembre 23, 2010

Vitamina # e10 para el debate


(Article d'avui del Màrius Serra a can La Vanguardia, sobre el debat de diumenge):


El largo y tortuoso debate a seis conducido por Cuní en TV3 la noche del domingo obtuvo un share del 21,5%. No está nada mal. Los analistas de audiencias televisivas seguro que ya han descuartizado el debate minuto a minuto, buscando el de oro, el de incienso y el de mirra. De hecho, la traca final del debate incluyó un anuncio de secuela en el formato de cara a cara entre los dos principales candidatos, con los papeles invertidos entre un presidente cada vez más aspirante y un aspirante cada vez más presidente. Pero ese 21,5% no es la única cifra relevante de audiencia. Hay otra que aún no tenemos la capacidad de valorar en su justa medida. Mientras duró el debate de TV3, el hashtag asociado #e10 llegó a generar en Twitter el 0,12% del tráfico mundial de tweets en este medio de comunicación, según recoge Trendistic. Es un porcentaje que lleva a unos números absolutos mareantes.

La noche del domingo formé parte de esas dos cifras. Como muchos catalanes, seguí el debate por televisión y por Twitter a la vez. En los momentos previos, hubo una pugna por establecer qué hashtag sería el referencial, pero # debata6 sucumbió ante el más certero # e10 propiciado por el grafismo de TV3, nada ajeno a Twitter.

Empecé a ver el debate mirando de reojo los tweets que llovían en mi portátil, pero pronto mi atención principal cambió de pantalla, activé los dedos y lo que miré de reojo fue la tele. Sin el complemento de Twitter no hubiera aguantado todo el debate ni queriendo. Las observaciones de ciudadanos anónimos sobre cada lance se entrelazaban con las consignas que los seguidores de cada candidato intentaban colar, con y sin disimulo. También con los comentarios de muchos profesionales del periodismo adictos al Twitter, con Jordi Basté a la cabeza, pero también Ernest Folch, Jordi Évole, Toni Aira, Roger Saperas, Pérez Ezquerdo, Fran Domènech... (RAC1 en peso parecía estar dándole al dedo). Y, naturalmente, muchos mensajes extraparlamentarios.

Joan Laporta, o su perfil, rabiando y rajando de la clase política. Había minutos en los que se acumulaban un centenar de tweets en el depósito pluvial de Twitter, de modo que refrescando la pantalla a lo sumo podías leer la última decena. Los había de todo tipo: serios, coñones, indignados, onomatopéyicos... Siempre breves, cerca de la oralidad, como si todos estuviésemos en el mismo bar siguiendo el debate.

Gracias a Twitter se difundieron acotaciones a lances de todo calado, desde el cortejo de Puigcercós a Mas hasta la caída de algún objeto no identificado durante una intervención de Alicia. Sorprende que, en un ámbito de libertad extrema, sin censuras ni cortapisas, apenas hubo espacio a la descalificación o al insulto.